La cosmogonía en la Comedia del arte
José Carlos Ramos (Izcuchaca 1946) reconocido artista plástico riguroso en la pintura como en sus devenires escultóricos, esta vez nos presenta una de sus últimas propuestas en su vasto imaginario pictórico, asumiendo como ha venido haciendo la visión global en el proceso de sus personajes, de su trabajo. En lo particular esta vez nos conduce por la ensoñación de la Commedia de´ll Arte, de los arlequines venidos en el proceso globalizado a concluir en ejes temáticos de un espacio circense cosmogónico.
Los arlequines eran personajes femeninos indispensables en las piezas de la comedia del arte en el siglo XVI, conducidos también para requerimientos del Balet cómico en los cuales se apreciaba como es hasta hoy sus dotes en el manejo del sentido del humor, característica elemental presentaba por el artista para esta serie que acomete complacencia entre los márgenes del equilibrio temático y las licencias que se dan en la pintura.
Cuando los arlequines aparecen, sus trajes constituían remiendos de ropa, que poco a poco se fueron estilizando, aquí en estos trabajos los trajes varían hasta adjudicarse en ellos elementos del teatro Kabuki entre otros, producto de los procesos interculturales o de hibridación.
Cuando los arlequines aparecen, sus trajes constituían remiendos de ropa, que poco a poco se fueron estilizando, aquí en estos trabajos los trajes varían hasta adjudicarse en ellos elementos del teatro Kabuki entre otros, producto de los procesos interculturales o de hibridación.
Los arlequines, también buenamente llamados Payasos por Ramos, tienen la potestad al parecer de ver todo desde otro punto, como exiliados de un mundo al que pertenecieron, no desligándose de el, a través de los elementos que componen el universo de la representación, en los cuales ellos ejercen dominio, como entidades, como elementos de la misma natura.
No es necesario decir del autor, el menester que conduce en su pincel y en sus más cercanos leit motiv que componen desde hace mucho su pintura, es seguro que los caballos y los huevos fritos que recurrentemente aparecen en sus pinturas nos conduzcan a una familiarización en la medida que van apareciendo sus trabajo.
El arlequín nacido de creencias populares profesa una ambivalente relación entre reyes (King)e infierno (Hell), opuestos concernientes que fueron derivando hasta la palabra en concepto. En Francia aparece en la época de Moliere como un personaje ingenuo y sensible, alejado de las visicitudes demoníacas que había adquirido su nombre.
Finalmente los personajes contemplan desde otros márgenes y espacialidades los cambios emergentes, protegidos tras aquellos paraísos en donde la ciencia viva de lo humano no los ha tocado, es como si aquellos trabajaran como secretos personajes dentro de una trama que procrea el equilibrio universal, sin embargo un mensaje es el que nos queda, y es que el ser humano empeñoso en su destino arremete sin suplir las implicancias de sus actos.
©Pablo Villaizán
Lima, Julio 2008
No es necesario decir del autor, el menester que conduce en su pincel y en sus más cercanos leit motiv que componen desde hace mucho su pintura, es seguro que los caballos y los huevos fritos que recurrentemente aparecen en sus pinturas nos conduzcan a una familiarización en la medida que van apareciendo sus trabajo.
El arlequín nacido de creencias populares profesa una ambivalente relación entre reyes (King)e infierno (Hell), opuestos concernientes que fueron derivando hasta la palabra en concepto. En Francia aparece en la época de Moliere como un personaje ingenuo y sensible, alejado de las visicitudes demoníacas que había adquirido su nombre.
Finalmente los personajes contemplan desde otros márgenes y espacialidades los cambios emergentes, protegidos tras aquellos paraísos en donde la ciencia viva de lo humano no los ha tocado, es como si aquellos trabajaran como secretos personajes dentro de una trama que procrea el equilibrio universal, sin embargo un mensaje es el que nos queda, y es que el ser humano empeñoso en su destino arremete sin suplir las implicancias de sus actos.
©Pablo Villaizán
Lima, Julio 2008
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